miércoles, 21 de junio de 2000

EL “IDILIO” DE LA GORDA Y EL PATO

Mención de Honor en el Concurso de Cuento y poesía “Sueñapalabra”, de la Casa del Escritor Sueñapalabra de la ciudad de Paysandú – Uruguay - 2005.

¡Esa sí qu´era una heladera de puta madre!. Digo, porque era bien ancha y tenía en la parte de arriba una puertita pa´poner cosas que necesitan más frío. Y sí, no era la primera vez que miraba la heladera de la gorda. Siempre qu´iba pa´llá me acercaba a la ventana y pegaba los ojos al vidrio, un poco abierto. Nunca nadie me dio la “catura” y si me llegaban a ver hubiera salido rajando, antes de que llamaran a la cana. Me ponía como de costado, medio agachado y vichaba p´adentro. Como había un árbol justo ahí, me tapaba bastante. Me gustaba esta ventana porque daba a la cocina y siempre podía ver las verduras, carnes, frutas, quesos y todo lo que tenía la gorda. Se pasaba cocinando la tipa. Pa´ir ahí me tomaba el 104 después de varias combinaciones. Si uno quiere ver las cosas buenas que nos da la vida, yo, no pago boleto. Subo pa´ vender lapiceras que le dan a mi viejo en una fábrica que saca pa´fuera las que salen con algunas fallitas de tinta. Y claro, “pa´ regalar y regalarse, lo que no puede faltar en la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero”.

-¡Querido, para esta noche, como en todos nuestros aniversarios, tu plato favorito: ¡Pato a la naranja!. Me pongo ahora mismo a prepararlo. Después... festejamos con esos mimitos que nos gustan a los dos. - dijo la voz finita de la gorda.

Se llama Florita, porque una vez escuché qu´el marido le decía: “Florita, mi vida, prepárate que hoy vengo con todo!”. Y me relamí pensando que el flaco le iba a traer alguna torta de esas con mucha crema y chocolate, o con dulce de leche, qu´a veces se ven en la televisión, pero se ve que no, porque no trajo nada a la cocina y se la llevó de un brazo pa´dentro, como medio caliente.

¡Pato a la naranja!, dijo. debe ser parecido a un pollo, pensé; cosa qu´algún día me gustaría probar. Una vez mis viejos comieron pollo, eso me contaron, pero yo era bebé así qu´me quedé sin saber como es el gusto d´ese pobre bicho. ¡La pucha! qu´e la verdá es que mis padres se preocupan por mis hermanos y por mí. A veces mi viejo se roba algún almacén, pero cuando afanó plata, después fue en cana por rapiña como le dicen. Como no es un mal tipo, últimamente prefería entrar a algún almacén de barrio pobre y a punta de cuchillo, pedirle al encargado que dentro de una bolsa le pusiera arroz, fideos, sardinas, mayonesa, galletitas y esas cosas que nos gustan. Claro que como se afana pocas cosas, generalmente ni la denuncia hacen. Porqu´él siempre aclara que es pa´ los gurises. En barrio de pobres, hay que respetar a la gente de trabajo y como bien me enseñaron, el laburo es sagrado.

La gorda ya estaba lista pa´ empezar a cocinar. Limpió bien el pato, le hizo unos tajos en las patas y le abrió la panza. Hizo una mezcla con esa especie de manteca que no es manteca, que le llaman margarina, y sal, y se la pasó al pato por adentro y por afuera. Peló una naranja, le sacó esas cosas blancas que están abajo de la cáscara. Será pa´ que quede pa´ fuera la pulpa de la naranja. Puso la fruta pelada en una olla y l´ echó un líquido que casi de lejos pude leer en la botella que decía: Cointreau. (o algo por el estilo, yo qué sé) ¡Vaya a saber qu´ es eso! Lo dejó un rato ahí en ese líquido y se fue pa´dentro. Mientras, me quedé sentado abajo de la ventana pensando que nosotros los pobres somos más divertidos que los ricos. En casa, leche y pan hay todos los días, pero cuando pinta que hay solamente una manzana, una banana o algo parecido, nos ponemos a jugar, a inventar y nos reímos mucho. Como somos cinco en la familia, jugamos a hacer sorteos con papelitos donde escribimos números del uno al diez. Después cada uno dice un número y ¡qu´emoción cuando le embocamos! ¡Entonces el que gana se come la manzana o la banana! O a veces mi mamá piensa en un color y lo escribe y el que lo adivina se gana la comida! Cosas así, inventamos muchas, muchísimas y nos divertimos de lo lindo. Cuando ganan mi papá o mi mamá, a veces dicen que no vale porque ya comieron algo por la calle y nos dejan seguir jugando hasta que gane la Yakelin, el Maicol o yo. Y como ya tengo once años y soy el mayor, si gano dos días seguidos, el segundo digo que no tengo hambre y le doy la comida a alguno de mis hermanos menores. Esas cosas las aprendí de mi mami que es buena tipa y qu´en la época que tenía trabajo de limpiadora en casa de gente que no nadaba en guita, sólo robaba un poco de plata cuando estaba a la mano, algún jabón perfumado si había varios, un poco de colonia de la doña que se traía en algún frasquito. Ah... y esas cosas de pinturas que se ponen las mujeres en la cara pa´ salir de noche y estar más lindas.

La gorda cortó otra de las naranjas en rodajas con cáscara y todo, y cada pedazo a la mitad. Prendió el horno. Esas mitades las metió en cada tajo que le había hecho al pato. Lo puso en una asadera y le echó el jugo de otra naranja. Lo mandó pal´horno y ahí lo dejó un rato largo. Cada dos por tres, venía a la cocina, abría el horno y volvía a tirarle jugo encima. Puso en una taza el azúcar y tres cucharas de agua y le gritó al marido que ya estaba haciendo el almíbar. Me pregunté qu´era esa palabra rara que nunca había escuchado. Sacó la asadera del horno y cortó la cuarta naranja en rodajas finas. Agarró un pincel y le pasó el almíbar ese por todo el pato, adentro y afuera, le puso más de ese líquido Cointreau, rodajas por arriba y lo metió otra vez en el horno.
Le gritó al flaco, qu´en media hora estaba listo y qu´el arroz era mejor hacerlo en el momento de comer.
Pensé: ¡que lindo sería que mi mamá cocinara un bicho d´esos!; ahora yo le podía decir como se hace. Pero enseguida me vino a la cabeza que no iba a tener tiempo ni ganas, porque desde el día anterior el Maicol estaba enfermo, por eso de la picadura de una rata y que parece trae fiebre. Estaría ocupada poniéndole trapos fríos en la cabeza. Allá en el rancho hay muchas, y pasa que andan por los platos y los cubiertos. Mi mamá siempre dice que pa´gastar plata en veneno mejor usarla en comida pa´nosotros.

Florita sacó el pato del horno y lo dejó en la mesa. La vi subir las escaleras, me quedé mirando el animal unos minutos, pensando... y la cabeza me iba a mil. Levanté despacito el vidrio de la ventana. No era difícil treparse y el espacio entre las rejas era apretado pero no imposible pa´un flacucho como yo. Me metí justo al mármol de la cocina, de ahí al piso; la mesa ya estaba ahí nomás, pa´agarrar el bicho y salir otra vez. Lo metí en una bolsa que había ahí y me trepé al mármol pa´l escape Entonces escuché la voz de la gorda al mismo tiempo que me sacudía del buzo, agarrándome fuerte y me tiraba pa´abajo diciendo: ¡que hacés, hijo de puta! Y llamaba a gritos al flaco que no llegué a verle la cara ese día. M´entró el julepe al cuerpo, sólo en un segundo me pasó por la cabeza las puteadas de mis viejos que m´educaron con tan buenos ejemplos y que claro, yo no podía fallarles. Mientras luchábamos, primero con los tirones de ropa y después con la bolsa que tenia el pato que yo no largaba, y que Florita se rompía por sacármela , tirón va, tirón viene, pude ver una cuchilla qu´estaba ahí a la mano. Solté la bolsa y ante la sorpresa de la gorda, en un segundo le clavé bien hondo la cuchilla en el estómago, agarré el pato y salí rajando por la misma puerta de calle. Corrí varias cuadras pensando en la sangre que empezaba a chorrearle por todos lados y que con semejante corpacho, no le haría nada perder algunos litros. Me subí a un ómnibus. Como tenia algo de guita de la venta de ese día, me premié con el gusto de pagar el boleto, ir sentado y no vender lapiceras en ese viaje de vuelta a casa. Me lo merecía.
Esa noche no tendríamos que sortear pa’ver a quién le tocaba comer. Sería más aburrido, porque el pato alcanzaba pa´ todos. Aunque pensándolo más mejor..., con un cacho de arroz que teníamos pa´compañar, bien podíamos festejar el aniversario de la gorda.



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